jueves, 19 de marzo de 2009

Artículo Más Pasión 7. (II parte)

Seguimos con el texto del Artículo que Más Pasión 7 dedica a los Acólitos, en esta ocasión, habla de la Archicofradía de Pasión:

FÓRMULAS MATEMÁTICAS
En Pasión parecen aún más estrictos y el puesto el Jueves Santo depende de los puntos acumulados. Aquí, la participación en los cultos es fundamental, pero ésta no se calcula a ojo o por el grado de notoriedad. No, es matemática. Muy sencillo: si un acólito se viste en un culto, suma un punto; en caso de haber estado apuntado para participar en misas del Señor, la Merced o de la Virgen del Voto, e incluso para alguna salida como un viacrucis o traslado y falta sin justificación, resta uno. Pero si lo está, el encargado del colectivo, José Ramírez Delgado, es más generoso y ese día la persona en cuestión ni suma ni resta.

Ya en la reunión previa para elegir el puesto del Jueves Santo no hay escapatoria, la suerte está echada. Aunque la pértiga sea lo más solicitado, en todos los puestos hay competencia. Siempre tiene preferencia para ocupar un lugar en concreto quien tenga más puntos. En caso de empate, se mira la antigüedad como acólito, y si aún así se mantienen en tablas, la de hermano.

Aquí casi todos los acólitos participan en las actividades de la juventud: recoger alimentos, limpiar plata, organizar cualquier acto de los pequeños, la semana cultural... Quizás esta actividad es la que provocó que Javier Ramos decidiera guiar el camino del Señor de Pasión con el cirial, aunque tres de sus cinco años ha cogido la tan solicitada pértiga y uno el incensario. Desde chico iba con su padre el Domingo de Ramos a visitar El Salvador y de los cinco pasos que había en el templo siempre se quedaba embobado con el del Nazareno: “La envergadura de la talla y la belleza de su paso de plata hizo que me sintiera llamado por Él. Y mira que nadie de mi familia es hermano de Pasión. Me apunté aquí por iniciativa propia”. Desde 2004, cuando se hizo hermano, colabora activamente en la hermandad y la en juventud. “He conocido la vida de hermandad gracias a los acólitos. Y me ha servido para conocer la liturgia y es gratificante saber que también desde el altar sirves al Señor”.

A Chema Fernández la vinculación sí le viene de familia. Este acólito de La Bofetá quiso seguir los pasos que le inculcó su abuelo antes de morir. “Mi padre iba mucho a la hermandad conmigo, y a mí me gustaba porque La Bofetá había sido siempre la hermandad de mi abuelo. Me apunté hace tres años y directamente me inscribí en el grupo de acólitos y a los pocos meses participé por primera vez en los cultos del Señor”. Ya lleva dos años procesionando delante del palio de la Virgen del Dulce Nombre, pero jamás olvidará su primera estación de penitencia: “Aquel día iba de cirial. Me emocioné mucho porque sentía la cercanía de mi abuelo y con la plaza de San Lorenzo llena de bulla... Sentí mucha añoranza”, confiesa Chema.

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