Prendimiento. (Lc 22, 52-54)
Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del Templo y ancianos que habían venido contra él: "¿Como contra un salteador habéis salido con espadas y palos? Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas." Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote; Pedro le iba siguiendo de lejos.
Presentación al Pueblo. (Lc 23, 13-24)
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo y les dijo: "Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis. Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte. Así que le castigaré y le soltaré." Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: "¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!" Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato. Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús, pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícale, crucifícale!"
Por tercera vez les dijo: "Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré." Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes. Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.
Las siguientes imagenes representan, en el mismo momento:
Jesús, con la Cruz a cuestas, cae por primera vez.
Jesús se encuentra con su santísima madre María.
Verónica le limpia el rostro.
Los soldados despojaron a Jesús y se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno.
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